Reparando en vuelo

avión civil de tamaño medio con operarios reparándolo mientras está en vuelo
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Lo que ves en la imagen no es real. O sí. Depende. Es una escena imposible: un avión en pleno vuelo con operarios haciendo reparaciones sobre las alas. Una violación del sentido común, de las normas básicas de seguridad… y, sin embargo, es la metáfora más precisa que he encontrado para explicar a qué me dedico.

Trabajo en empresas que no se detienen. Que no pueden detenerse. Ni siquiera para repararlas.

Y ahí estoy yo, con mi arnés (metafórico, claro), colgado de una estructura organizativa que se tambalea con las turbulencias del mercado, el legado tecnológico o decisiones apresuradas de hace años. Y tengo que intervenir, no desde la calma del hangar, sino en pleno vuelo. Con los pasajeros a bordo. Con el café derramándose. Con la tripulación pidiendo que no nos levantemos de los asientos.

A veces, el problema es que nadie sabe con certeza a dónde va el avión. O hay varias rutas marcadas, cada una con un destino distinto. Otras veces, el piloto no se comunica con la torre de control, o el copiloto no tiene claro si debe volar o sólo observar. Y, en más de una ocasión, resulta que hay demasiada gente en la cabina.

Mi trabajo consiste en entender todo eso sin alarmar al pasaje, enredarme con calma en sistemas que nadie recuerda quién diseñó, escuchar al personal de mantenimiento, a quien sirve el café y a quien vigila el radar. Porque aquí todos, de algún modo, mantienen el avión en vuelo.

Últimamente, por esas ironías del destino, me ha tocado hacerlo desde dentro de una aerolínea. No diré cuál, pero digamos que ahora la metáfora ha dejado de ser una figura y se ha vuelto… sorprendentemente literal.

A veces pienso que soy como quien corrige el rumbo con un lápiz sobre un plano en pleno vuelo, o quien capta el rumor del motor antes de que nadie lo note. Pero sería demasiado épico. En realidad, yo sólo intento que las cosas funcionen un poco mejor sin que se note demasiado. Trabajo con lo que hay, que no es poco. Y a veces… bueno, a veces es simplemente lo que hay.

Por eso me gusta esta imagen: porque apenas exagera y representa algo que parece imposible, pero que ocurre a diario en muchas organizaciones. Cambiar sin parar, mejorar mientras se avanza, reparar en pleno vuelo. No porque sea épico, sino porque es necesario.