Desksurfing remoto en Kleer

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Sigo en mi período sabático tras un año muy intenso en Minsait, pero sábatico no quiere decir quieto. Estoy teniendo experiencias interesantes que creo que ameritan volver al blog para contarlas. Aprovecho este regreso al blog para explicar qué es el desksurfing, cuál es su origen y cómo ha sido mi primera semana haciéndolo en remoto con la buena gente de Kleer.


Quizás no sepas qué es un desksurfing ni para qué sirve. No pasa nada, no es tan extraño. A más gente también le pasa. Hace algunas semanas hice una encuesta por Twitter y tuve que explicar un poco más porque mucha gente tampoco sabía de qué estaba hablando. Si ya te lo sabes, puedes bajar hasta “La nueva normalidad”.

Qué es eso del desksurfing

Así que me he inventado esta definición:

desksurfing n. Visitar una empresa, previa invitación a ocupar una de sus mesas.

Como imagino que te habrás quedado igual, he hecho un poco de investigación para ilustrar un poco mejor de qué estoy hablando. Y es que el desksurfing es una práctica habitual, pero claro, habitual en ciertos círculos. Desde luego no es una práctica mainstream ni muchísimo menos. No imagino a una gran consultora ofreciendo una mesa a quien quiera aceptarla por el mero interés de hacer comunidad. No, no lo imagino. 😀

Para empezar, he buscado #desksurfing en Twitter y he seleccionado algunos tweets representativos para apoyar esto que digo; algunos más bien recientes, y enviados desde diferentes lugares de España:

https://twitter.com/carlosazaustre/status/1173531254366572544?s=20

Y desde fuera de España también, claro:

Algunos incluso se animan a ofrecer públicamente sus oficinas:

Pioneras

La primera vez que oí hablar de desksurfing fue de la mano de Xavi y Emma.

Esta iniciativa estaba muy vinculada a la hoy desaparecida BeCode, así que fue muy natural que gente cercana comenzara a hacer desksurfing visitando sus oficinas en Valencia y que algunas empresas amigas se animaran a ofrecer las suyas. Incluso yo mismo pasé una semana de desksurfing por allí.

Otra gente siguió la estela en años posteriores y dejó también constancia de ello por escrito. Aquí van algunos artículos que he encontrado, por si te apetecen:

Dejar constancia gráfica también era importante. 🙂

Si te interesa mucho, he encontrado algunos videos grabados en aquella época por @pepellou en esta playlist en YouTube.

Pero el desksurfing no es algo que se inventara entonces. Por ejemplo, he encontrado que las primeras pistas sobre el hashtag #desksurfing en Twitter son de 2009.

He profundizado un poco más en mi investigación y no es rara esa coincidiencia porque la mayoría de pistas que he encontrado me indican que la iniciativa surge alrededor de 2008-2009. Todas apuntan a una web de origen alemán llamada desksurfing.net (aquí enlace a la copia de la época en la Wayback Machine). Se trataba de una especie de AirBnB de espacios para hacer co-working. Por supuesto, tanto AirBnB como desksurfing.net estaban inspiradas en el couchsurfing, que es un concepto muy anterior, pero fundamentado en una necesidad muy similar: alguien necesita dejarse caer en una cama/mesa en algún lugar del mundo y a alguien le interesa alojarlo (por dinero, por intercambio de conocimiento, etc).

La nueva normalidad

La COVID19 nos ha traído muchas cosas malas, pero también nos ha despertado muchas necesidades dormidas. En mi caso, yo he descubierto que ir a la oficina (o, en general, trabajar con gente) me servía para no procrastinar más de lo que ya lo hago normalmente. No soy el único. @JaimeAltozano (un conocido youtuber), lanzó esta iniciativa de coworking virtual.

Además, hacía ya tiempo que echaba en falta poder charlar con gente con la que me una algo más que un mismo pagador. Me refiero a eso que llamamos comunidad y que yo, desde luego, no encuentro en los meetups.

De ahí que, en una de esas videoconferencias con amiguetes durante el confinamiento, se me encendiera la lucecita del “desksurfing virtual”.

Organicé una reunión con la gente que se ofreció a explorar cómo llevarlo a la práctica y que fuera una experiencia en la que ambas partes ganaran. Manejamos fundamentalmente dos metáforas: un desksurfing tradicional pero trasladado a un entorno virtual, y un espacio de coworking en el que coinciden diferentes personas. Nos inclinamos finalmente por la primera. La segunda, curiosamente, mientras escribía este artículo, encontré que ya está hecha. Encontré este artículo en reddit en el que anunciaban https://www.sharehomeoffice.com/ bajo el título “Desksurfing”. No lo he probado, así que si te animas, estaría genial que dejaras tu comentario aquí.

Finalmente fueron los buenos amigos de Kleer (con Thomas Wallet a la cabeza) quienes me ofrecieron hacer juntos este experimento. Con ellos me unen muchos vínculos. Algunos de sus miembros son gente que lleva en esto del agilismo desde antes que yo y a los que respeto y admiro. Así que, de entrada, yo sólo podía tener cosas que ganar con esta experiencia. En cualquier caso, quisimos dejar claras las expectativas desde el principio y bajarlas todo lo posible. Por dos razones: para no trabajar de más, y para no crear frustraciones en ninguna de las dos partes.

Por un lado, dejamos claro que el espacio a compartir sería el mínimo posible, respetando la confidencialidad de los clientes y equipos de trabajo de Kleer. Ya eso significaba un trabajo de adaptación de su ecosistema y había que minimizar ese sobrecoste todo lo posible. Por otro lado, también explicitamos que no buscábamos hacer trabajos juntos sino simplemente darnos la oportunidad de que, si algo de eso surgía espontáneamente, bien surgido estaría, pero que no queríamos forzar nada por ninguna de las partes.

Cómo hicimos el desksurfing virtual

Lo primero fue acordar cómo entraría yo en “la oficina”. En Kleer llevan usando Discord varios meses como su plataforma de colaboración online. Allí tienen varios canales que emplean para chatear y hacer videoconferencia sobre diferentes temas. Lo primero que tuvieron que aprender fue cómo invitar a alguien pero respetando la confidencialidad, especialmente de lo que tiene que ver con sus clientes. Me invitaron entonces sólo a su “cafetería”: su punto de encuentro informal. En la analogía de la oficina, es como si mi mesa estuviera junto a la máquina de café.

Algunos están en el huso horario de Buenos Aires, pero otros están en Colombia, Chile, etc. Así que tenemos una diferencia de entre 5 y 7 horas, por lo que yo me he adaptado a su costumbre de quedar en la cafetería a las 8:30 hora de Buenos Aires (mis 13:30). Eso ha implicado que haya tenido que adaptar mis propios hábitos, especialmente en relación a la comida, pero es el visitante (desksurfer) el que debe adaptarse a los hábitos de quien le aloja.

Tener un momento en el día en el que debo sentarme en el ordenador ha sido clave para mi objetivo de procrastinar menos. Además, de paso, he podido coincidir muchos días (creo que todos) con Carlos Peix. Es un tipo muy generoso, hasta el punto de que se ha ofrecido a ser mi coach para una Toyota Kata que estaba intentando hacer sin éxito desde hacía meses. Ya escribiré sobre ello.

El desksurfing me ha servido también para coincidir con otra gente igualmente generosa, como Juan Gabardini, Ricardo Colusso, Pablo Lischinsky, Andrés Joaquín, Martín Salías y, por supuesto, Thomas Wallet. Con todos ellos he tenido conversaciones muy-muy interesantes y en las que siempre he tomado notas valiosas. Hemos hablado desde cosas tan insustanciales como el tiempo (allí es invierno y aquí es verano) hasta temas mucho más profundos como proyectos que sirvan de ascensor social a través de empleos relacionados con el desarrollo de software. Y, por supuesto, yo les he contado en qué ando trabajando estas semanas que, casualmente, es algo similar a algo que también están preparando ellos. Así que ha surgido de manera bastante natural el quedar para compartirlo.

Aprendizajes

Este viernes hicimos una retrospectiva para evaluar el experimento y llegamos a varias conclusiones.

Como ya comenté más arriba, es importante acomodar expectativas, tanto del visitante (desksurfer) como de los visitados (hosts). Hicimos bien en explicitar nuestras expectativas y objetivos mutuos antes de empezar:

  • Quien visita debe acomodarse al ecosistema al que llega. Me refiero especialmente a herramientas y costumbres. Es importante no forzar este aspecto pues estamos creando una nueva relación en un ambiente de experimentación y hay que ser sensibles a aspectos como la confidencialidad (que también he comentado más arriba).
  • Hay que tener en cuenta también la diversidad de trato social de las personas. Así, algunas prefieren agendar reuniones para hablar de cosas concretas, mientras que otras prefieren (o no les importa) pasar por una sala a charlar sin mayor expectativa. Culturalmente, hay gente que le da importancia a que un visitante no se sienta solo, pero otros quizás no. Como “desksurfer” debemos aclarar esto desde el principio. En mi caso, como buen introvertido, no he tenido problema en pasar mucho rato solo en la cafetería. De hecho, si hubiera sido un lugar muy frecuentado quizás habría sido un problema para mi propia productividad que, por cierto, ha subido mucho esta semana.

El desksurfing no es sólo una experiencia social, sino también tecnológica. Como he comentado más arriba, es necesario adaptarse a la plataforma de colaboración de los “hosts”. Durante esta semana hemos manejado mucho la metáfora de Discord como la alternativa virtual a la oficina de Kleer. Eso nos llevó a reflexionar sobre cómo se integran las herramientas en nuestro trabajo en remoto.

  • Por un lado, Discord no es aún una herramienta consolidada en Kleer: no forma parte del día a día de la mayoría. Juan Gabardini comentaba que antes solía ir a la oficina a recoger/devolver material de camino a un cliente y que aprovechaba para charlar con los que allí estaban. Esto, llevado a un ambiente virtual, tiene difícil equivalente. Especialmente porque Discord es apenas una “colección de salas”. Así pues, parece relevante tener en cuenta qué papel juegan las herramientas de colaboración a la hora de fomentar las dinámicas sociales.
  • Por otro lado, la sobrecarga cognitiva que produce estar trabajando en remoto (no digamos si estás en confinamiento) nos hizo plantearnos el efecto que tiene el número de canales o herramientas diferentes que necesitamos usar a lo largo del día para estar en contacto con todo el mundo. Tratar de reducir el número de canales o ser más selectivos en nuestra participación fueron algunas de las soluciones. De nuevo Juan trajo una interesante idea: reducir el número de canales de audio para que la gente coincida más (“si quieres que la gente programe por parejas, deja la mitad de ordenadores”).

También exploramos qué podíamos extraer del desksurfing para ofrecerlo a clientes y/o amigos.

Como ya he comentado, Discord es el ecosistema de “la oficina de Kleer”, pero no necesariamente el adecuado para toda actividad. El ejemplo es la misma retrospectiva, que la hicimos en Zoom. A diferencia de otras plataformas, Discord nació para cubrir la necesidad de los gamers de escucharse unos a otros. El resto de funcionalidades, como la videoconferencia, vinieron después. Razón por la cuál sospecho que ésta no está demasiado bien resuelta. De nuevo, comparar el escenario virtual con situaciones habituales antes de la pandemia nos ayudó a identificar la necesidad que surge cuando un cliente dice “No consigo una sala”. En ese momento podemos ofrecerles:

  • una sala en nuestro coworking (p.ej. Zoom),
  • o bien pasar por “nuestra oficina” (en nuestro caso Discord).

Este último caso representa la oportunidad para reforzar una relación. En este caso, la experiencia del desksurfing nos permite aprender para ofrecerlo cuando sea necesario.

También exploramos actividades que pudiéramos ofrecer a clientes y/o amigos en “nuestra oficina”, y surgieron un par de ideas bastante interesantes que ojalá se desarrollen:

  • Organizar pequeños grupos/comunidades de mucha confianza (donde la confidencialidad y el contexto son importantísimas).
  • Organizar un evento de puertas abiertas tipo openspace o como la PI Week que organiza Kaleidos (una especie de hackathon de una semana de duración).

Mi conclusión: después de una semana estoy muy satisfecho de esta experiencia. Sólo me llevo cosas buenas. Para los amigos de Kleer tampoco debe estar siendo mala experiencia porque hemos decidido juntos darnos una semana más. Eso sí, con las mismas expectativas bajas y con el mismo espíritu de aprender para qué más sirve el “desksurfing virtual”.

Estoy convencido de que este tipo de experiencias de intercambio enriquecen a todas las partes y son una vía muy interesante para reforzar o incluso crear nuevas relaciones personales y profesionales. Hacerlas en remoto simplifican ciertos aspectos legales y logísticos respecto de la versión presencial, pero que tampoco hay que olvidar porque seguramente tendrán algún equivalente en este escenario virtual. Si te animas a hacer u ofrecer desksurfing virtual, por favor, compártelo en los comentarios. Ojalá más gente se anime.


LA FOTO: Es un pantallazo que insistió en hacer @rcolusso. Reconozco que soy bastante reacio a los pantallazos porque, en general, no me gusto en las fotos y porque en estos tiempos de confinamiento he desarrollado una cierta sensibilidad a la invasión de la intimidad del hogar. En este caso, ambos estábamos de acuerdo en la foto, así que, contra todo pronóstico, resultó incluso divertida. 🙂