Hoy será un día importante. Hoy es 25 de septiembre de 2012.
Hace un par de meses un grupo de ciudadanos, a los que desconozco completamente pero con los que tengo mucho más en común que con mi vecino de al lado, despertaron una chispa que ha terminado consolidándose como la gran manifestación que se dará hoy en toda España y que será especialmente simbólica en Madrid. Un movimiento sin un origen claro, sin cabezas que descabezar, sin límites definidos y sin una manera razonable de conocer cuántas personas pueden estar adscritas al mismo más que esperar y ver cuántas salimos a la calle. Un movimiento genuinamente del siglo XXI. Sistémico y tribal a la vez. Que no importa dónde ni cómo nace, sino cómo crece.
Pero aun siendo hoy un día que será significativo, no es más que un paso más en el camino. Ni habríamos llegado a este punto sin haber dado los anteriores –recuerdo haber tenido una sensación muy parecida en aquellos días alrededor del asesinato de Miguel Ángel Blanco en 1997, las manifestaciones contra la Guerra de Irak en 2003, las Elecciones Generales justo después del 11 de Marzo de 2004 o el 15-M desde 2011– ni habremos llegado a nuestro destino mañana. Recuperar nuestra dignidad y nuestra responsabilidad como ciudadanos no es algo que ocurra mágicamente, como el que se toma una pastilla. Es un proceso de maduración individual y colectivo. Y toma tiempo. Porque hay que andar el camino. Un camino sin líderes pero con rumbo. Un camino cuyo destino es la utopía y cuyo resultado es acercarse cada día más, sin importar si la alcanzamos o no.
Como muchos, hoy tendré que hacer encaje de bolillos para estar todo lo que pueda en Madrid poniendo lo mínimo que puedo poner: mi presencia en este día tan significativo en el que reclamaremos volver a ser ciudadanos –si alguna vez lo fuimos de verdad–. Pero qué menos puedo hacer para poderme levantar al día siguiente diciendome a mí mismo y a mis hijos que este día ayudé (un poquito) a recuperar la esperanza. Y no temo a las posibles represiones del gobierno porque sé que estaré en todo momento acompañado de tantos ciudadanos que ni el más loco se atreverá con nosotros. Es el poder de la tribu. Somos más y nos sentimos arropados. Somos más y juntos somos también más poderosos.