Ya estaba pasando otro mes sin escribir en el blog y el amigo Joserra Díaz me puso en bandeja una oportunidad para liarlo en otra ocurrencia. Y no la he desaprovechado.
Se trataba de buscar un tema en el que podamos tener visiones diferentes y escribir sobre ello. De esa manera ambos nos obligamos a escribir. Aunque sólo sea por respeto al esfuerzo del compañero.
Lo cierto es que encontrar un tema en el que podamos discrepar Joserra y yo es bien difícil. Los dos tenemos una visión bastante parecida del agilismo. Aun así, je, je, alguno hemos encontrado. El primer tema que hemos elegido para esta experiencia es comentar sobre si el Agile coach es un agente de cambio o no.
Hace tiempo, Angel Díaz-Maroto escribió en el blog de Agilar lo que considero una buena descripción del rol del Agile coach a partir del marco de competencias de Lyssa Adkins. Si quieres complementar esa visión, también Maica Trinidad escribió sobre el tema desde otra perspectiva en el blog de reeeLab. Ella se refiere al ScrumMaster, pero muy bien podría referirse al Agile coach, sobre todo si tenemos en cuenta la progresión profesional que naturalmente seguimos para llegar a etiquetar nuestros servicios de esta manera. Esta evolución creo que la explica muy bien Martín Alaimo en alguno de sus artículos en su blog de esta buena serie.
Pero yo no quiero discutir sobre las actividades, habilidades, capacidades… que rodean a un Agile coach. Yo quiero debatir sobre si el Agile coach actúa (o debe actuar) como un motor explícito del cambio en una organización o si, por el contrario, debe limitarse a trabajar con los equipos y sus personas, ayudándoles a reflexionar sobre cómo encontrar su propio camino.
Quizás, antes de continuar, deba aclarar que yo veo al consultor tal y como lo describe la Wikipedia:
Un consultor (del latín consultus que significa “asesoramiento”) es un profesional que provee de consejo experto en un dominio particular o área de experiencia (…)
Creo que mi mayor valor radica en que sé diagnosticar con bastante facilidad las necesidades de las organizaciones que me llaman y plantearles planes para abordar el camino de la mejora continua. Por ello soy más proclive a decir que mi trabajo es el de consultor. Sin embargo, muchas veces debo actuar como formador y otras muchas también debo adoptar el rol canónico de Agile coach, tal y como se describe en los enlaces de más arriba.
En mi opinión, el Agile coach es una pieza más de las necesarias para conseguir el cambio sostenible de las personas y los equipos, pero el consultor agilista es el que sirve de catalizador para que el cliente tome las decisiones: le ofrece alternativas viables, enriquecidas por su experiencia y no tanto preguntas que le ayuden a reflexionar. En ocasiones complementa al cliente, al que paga la consultoría, con objetivos y mensajes que luego puede trasladar al resto de la organización y conseguir que el cambio se propague.
Sé que el papel del Agile coach es algo más complejo que como yo lo he descrito, porque incluso en el marco de competencias de Adkins se incluye un apartado sobre mentoring y sobre conocimiento profundo de la organización donde se desarrolla el trabajo. Sin embargo, Adkins menciona ambas competencias como necesarias para facilitar que los equipos a los que el Agile coach acompaña puedan avanzar en su crecimiento hacia una mayor autonomía. No tanto como actividades que ejerce un agente de cambio, en ocasiones .
Igual lo simplifico demasiado si digo que “el Agile coach acompaña a los equipos mientras que el consultor agilista los guía (e incluso los empuja)”.
Ojalá Joserra pueda encontrar el tiempo y la tranquilidad necesarios para escribir. Echo de menos mucho sus artículos. Y espero que no esté (del todo) de acuerdo conmigo y podamos enriquecernos todos con otro punto de vista.
Por cierto, si quieres unirte al debate, escribe en los comentarios o en tu blog y pásame el enlace para que lo añada aquí. 🙂