Espejismos, ilusiones y demás escenarios fantásticos

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Tiempo aproximado: 4 min.


Estos días niño1 anda leyendo un libro titulado «Escenarios fantásticos» de cuando yo tenía su edad y que rondaba por casa de mis padres. Mientras caminábamos dando un paseo bajo el cálido solecito del sur, charlando sobre el libro, con niño1 hablando de espejimos, arcoiris y demás fantasías, he conseguido encajar varias piezas que andaban dando vueltas por mi cabeza últimamente.

Hace cosa de un año me preparé una charla para practicar entre amigos. Se trataba de un formato muy similar a la pechakucha y la llamamos 15en5 porque se trataba de contar una historia con 15 diapositivas en 5 minutos. Lo cierto es que fue una experiencia muy interesante porque gracias a ello me di cuenta de que se puede decir mucho en apenas 5 minutos. Pero además de las habilidades que aprendí al prepararme aquella presentación, pude aprender algo sobre mi mismo. Y pasado un año, creo que realmente ese aprendizaje caló muy profundamente en mí.

Como excusa para mi charla usé la película «El Mago de Oz». Supongo que la mayoría la habréis visto alguna vez: Judy Garland como Dorothy, su perrito Totó, las baldosas amarillas, el espantapájaros, el león y el leñador de hojalata… Lógicamente no se trataba de hacer un resumen de la película en 15 diapositivas, aunque eso ya sería un trabajo difícil en sí mismo, sino que traté de contar algo más.

En la historia, tanto Dorothy como el resto de personajes que van acompañándola por el camino de baldosas amarillas en busca del Mago de Oz se consideran a sí mismos como personajes incompletos, a los que, de una manera u otra, les falta algo. Y hacen la ruta juntos con la ilusión de que el Mago de Oz les recompondrá mágicamente, que Él, con sus superpoderes, les hará sentirse completos, así, sin más. Pero resulta que el Mago de Oz es un farsante y no tiene realmente poderes. Es apenas un mago de feria también atrapado en el mundo mágico de Oz. Curiosamente, todos los acompañantes de Dorothy creen que el Mago les ha concedido las cualidades que ellos tanto ansiaban, sin darse cuenta de que en realidad ellos no necesitaban el don pues ya lo poseían: durante el viaje lo habían demostrado sobradamente. El espantapájaros era un líder inteligente y carismático, el león era un valiente y generoso amigo y el leñador de hojalata era cariñoso y con los mejores sentimientos. Todos, juntos, habían conseguido superar muchos obstáculos (en el libro aún más) pero todos piensan que en realidad ha sido el Mago de Oz el que les ha otorgado esos dones. No es hasta el final de la película, cuando por fin Dorothy sabe que desde su llegada al País de Oz había tenido el poder de volver con su familia.

La moraleja de esta historia, la que yo quería transmitir, era que cada uno, por muy incompletos que nos sintamos, no deberíamos emplear nuestra energía en encontrar a un Mago de Oz para que él, mágicamente, nos complete. Es el viaje por el camino de baldosas amarillas, junto a otros mejor, el que nos ayudará a demostrarnos a nosotros mismos que realmente somos capaces de superar nuestras incapacidades.

La firme creencia en esto que acabo de afirmar es lo que me ha llevado a seguir en el camino de baldosas amarillas y a seguir buscando acompañantes con los que hacer más divertido y completo este viaje. A veces me cruzo con mucha gente, algunos de vuelta, que piensan que jamás podrán llegar a Oz y que incluso me dicen que es mejor volver (¿a dónde?) porque «por allí no se va a ningún sitio» y no sé qué pamplinas de «el mundo real». Otros van corriendo, queriendo llegar antes. Yo, realmente, no voy a ningún sitio concreto así que tampoco sé si voy rápido o despacio… porque inocentemente busco la felicidad, pero no para quedarme allí («Happiness is a direction, not a place») sino por el mero placer de andar el camino.

No busco espejismos, arcoiris ni otros escenarios fantásticos como los que lee e imagina niño1 con su libro, tampoco espero que me toque la lotería (aunque reconozco haber comprado un décimo para mi madre con el oscuro deseo de que si tocara me daría parte del premio), ni tampoco creo en Papá Noel, que jamás me trajo nada cuando era pequeño, ni en Reyes Magos, igual que tampoco en el Mago de Oz, ni siquiera en el Mago More (recomiendo encarecidamente su charla en TEDxMoncloa). Simple y llanamente busco un camino que andar en buena compañía: aprendiendo cada día, compartiendo cada día y, si es posible, riendo cada día. Lo cuál no quiere decir que yo sea alguien a quien no le guste sentir a veces esa ilusión como la que seguro han vivido los niños durante este video de Spanair para estas Navidades. ¡Felices Fiestas!