La generosidad como estrategia comercial

Tiempo aproximado: 3 min.

Lo sé, tengo abandonado el blog. Es por una buena causa, me repito a mí mismo. Es una mala excusa, lo sé. Pero no me sale escribir por escribir. Qué le vamos a hacer.

Esta noche los niños se han ido ya a la cama y una idea que lleva un par de días rondándome se ha hecho un hueco para que, finalmente, me siente a escribir. El detonante ha sido una bonita casualidad.

El jueves, después de un par de semanas preparándolo, publicamos en @Reeelab el primer Taller de Habilidades para el ScrumMaster. La semana pasada anunciamos el ScrumMaster Skills Dojo que haremos para @Madriagil y nos llevamos una gran alegría porque en apenas una tarde se había llenado el aforo del Centro Drolma. Así que tenemos muy buenas sensaciones de cara al Taller.

La casualidad a la que me refería es que durante la mañana de ese mismo jueves, Israel Alcázar advierte por twitter que Teresa Oliver y Jaume Jornet han anunciado también una formación idéntica.

Yo respondo haciendo promoción de “nuestra competencia”. ¿Por qué? ¿Estoy loco o qué? ¿Favorecer a quien puede quitarte clientes parece una mala idea? No creo que Sun Tzu lo aprobara. Bien, yo diría que es una estrategia comercial inconsciente. Es decir, es algo que llevo haciendo desde hace años y que me sale sin pensar.

En cierta ocasión, cuando aún eso del agilismo era cosa de unos pocos, alguien me llamó por teléfono porque quería ayuda para organizar un evento comercial relacionado con Agile. Yo le remití a alguien de la comunidad ágil de su ciudad seguro de que le ayudaría. Pero no fue así. Cuando le pregunté por qué me dijo: “es que mi jefe no entendería que yo participara en un acto comercial que organiza nuestra competencia”.

Esta estrategia basada en la lucha por ganar una parte de los escasos recursos siempre me ha parecido un soberano error, porque nos lleva a un mundo mediocre, triste, uniforme y lleno de gente que emplea más esfuerzos en protegerse y atacar a los demás que en crear y ofrecer opciones.

Yo prefiero ver el mundo como una gran cocina, donde cada uno es un cocinero. Creo que cada cuál sabe hacer pasteles. Unos de limón, otros de zanahoria y nueces, otros de nata; y así, cada cocinero trata de hacer los pasteles que más gustan. Y entre cocineros compartimos recetas y técnicas nueva, porque lo importante es que a la gente le guste probar pasteles nuevos. Si les gustan más los míos, estupendo, pero si no es así, me tendré que esforzar por hacerlos más sabrosos, más bonitos o lo que quiera que sea que el público gusta más.

Por eso, que nadie se sorprenda cuando vea que recomiendo un Taller de Personas e Interacciones impartido por Teresa y Jaume, o que un día imparto un Taller de Historias de Usuario con Juanma, o que retuiteo el Taller de Sketchnoting que organizan a la limón TheEvnt (Javier y Kini) y Thinking With You (Israel y Diego), o que recomiendo los cursos de Agilar o tantos otros ejemplos de compañeros, competidores y amigos. Ellos se toman muy en serio su trabajo y me merecen tanto respeto que me siento en la obligación de recomendarlos, porque mis potenciales clientes no se merecen que yo les oculte otras buenas opciones para resolver sus necesidades simplemente porque tengo miedo a no ser la mejor opción.

LA FOTO: Mi madre, @AbuelaIgnacia, disfruta regalando a los demás (y a sí misma) actos de creatividad como esta tarta.