En apenas unas horas estaré en un evento al que me han invitado a partir de mi aportación al debate que surgió del artículo de Enrique Dans sobre “el programador perdido”. No tengo muy claro qué ocurrirá esta tarde pero tengo la esperanza de encontrarme con gente que será capaz de escuchar y colaborar para generar ideas que nos permitan mejorar el dichoso modelo productivo español. No estarán todos los que son, pero espero que sean todos los que estemos. Por eso quiero dejar una declaración de intenciones y pediros que si estáis por twitter esta tarde, echéis un vistazo a #debate10 y participéis en el backchannel o incluso que os acerquéis a participar en persona. Gracias.
Tengo 43 años y pertenezco a una generación que ha ido al cole público, instituto público y luego a la universidad pública y, como se esperaba de mi, luego he ido a un trabajo por cuenta ajena. Mis padres, sin embargo, pertenecen a una generación muy diferente. Apenas fueron al cole y pasaron hambre. Todo lo que tienen lo han conseguido a base de esfuerzo. Mi padre incluso emigró, como ahora hacen otros muchos, a Alemania para mejorar. Volvió sin conseguir el prometido Eldorado y trabajó siempre por cuenta ajena. Mi madre, sin embargo, se quedó y siguió ayudando a sus padres vendiendo leche de sus vacas y verduras que ellos mismos cultivaban. Con el tiempo, mi padre y mi madre se casaron e incluso tuvieron hijos (entre ellos yo, claro). Lo que nos salvó el culo de las varias crisis económicas que hemos vivido ha sido siempre el carácter emprendedor de mi madre. Nunca, repito, nunca nos salvó la presunta seguridad del trabajo fijo de mi padre. Pero curiosamente, mi madre, ayer mismo, me decía: “hijo, parece mentira que un informático como tú no tenga un trabajo”. 🙂
Lo que quiero decir es que “el sistema” ha ejercido una gran presión cultural sobre el emprendedor. Por alguna razón, el emprendedor no ha sido nunca visto como alguien importante en nuestra sociedad. Hemos, como sociedad, admirado a los grandes especuladores capaces de tener sonoros éxitos. Les hemos llamado empresarios, para distinguirlos de los que sacaban adelante su negocio. No hemos valorado, incluso hemos despreciado a estos últimos.
Yo vengo desde hace unos años trabajando para acabar con esa cultura de la mediocridad y la especulación que sólo beneficia a unos pocos, que nos aliena y nos hace creer que sólo es posible crecer como persona y como profesional dentro de grandes granjas llamadas factorías. Por suerte, con iniciativas como agilismo.es hemos podido despertar algunas conciencias y muchos ya se pusieron en marcha. Esos son los que hoy organizan iniciativas que superan con creces lo que se nos podría haber ocurrido a Xavi Gost y a mi. Katayunos, merendojos, 12meses12katas, Solveet… programadores que se reunen alrededor de una idea muy simple: compartir para mejorar. Lejos de ese egoísmo del “no vaya a ser que otro aprenda lo que yo y destaque por encima de mi”, los programadores que están abrazando esta nueva cultura sacan tiempo de su tiempo libre para regalar lo que saben a otros, porque estamos convencidos de que es la mejor manera de crecer y curar este sector que está tan enfermo. Hay muchos que, en plena crisis, abandonan su puesto seguro y bien pagado porque buscan ser felices… libres… Igual no son “el programador perdido” que busca Enrique Dans, pero seguro que son el eslabón necesario.
Estamos ante un choque cultural, necesario, deseado, pero podemos quedarnos parados a ver qué pasa o podemos avivar el fuego y facilitar que ocurra cuanto antes. Yo estoy en esta segunda opción. Yo estoy en participar de la revolución, porque aunque no obtenga ningún beneficio directo por ello, estoy convencido de que lo obtendré indirectamente porque pronto estaré en un sector mucho más sano, donde los clientes valorarán mi trabajo y participarán de la creación de productos realmente valiosos. Yo quiero estar ahí y por ello trabajo cada día.